Europa
Catorce países en dos meses.
Me quería comer el mundo, y creo que me atoré.
Mi primer viaje a Europa en el 2018. Mi primer gran viaje, antes no tenía ni siquiera pasaporte hecho.
Tenía 24 años y me fui a trabajar de niñera a Francia.
Cuidé a una beba de nueve meses y a un niño de tres años. No sabía muy bien cómo cambiar un pañal, tampoco sabía cómo decirlo en francés. Y es bastante cierta esa teoría de que en Francia no se habla mucho más que el francés, a lo sumo español, pero ¿inglés? forget about it.
La mamá era holandesa, entonces hablábamos muchísimo en inglés. Ahí fue mi primer choque entre lo que se aprende y lo que se vive, creo que el inglés es un idioma puente muy eficaz, pero para sonar nativo estamos a años luz. Lo contrario me pasó con el francés, idioma que estudié obligada para zafar de la lecto-comprensión de un tercer idioma en la facultad. Apenas puse un pie en Francia pensé que me había equivocado de país, no entendía nada. Mis ojos eran espectadores de un partido de ping pong. Y después de haber visitado mi primer país, mi gran sueño, mi anhelo de años, mi musa y muchas cosas más, Inglaterra, me di cuenta de que me faltaba (y me falta) un montón para entender lo cotidiano en inglés. Algo que me llamó mucho la atención fue que cuando volví a Toulouse desde Londres ese día me sentí en casa. Incluso cuando el francés nunca fue mi prioridad, poco a poco fui sonando más afrancesada y por suerte aún conservo ese regalo.
Visité 20 países y soy tan ñoña con los viajes que me los sé de memoria: España, Francia, Andorra, Suiza, Italia, Vaticano, Inglaterra, Austria, Hungría, Portugal, Alemania, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Chipre, Grecia, Turquía, Gales, Irlanda y Escocia.
Me quería comer el mundo, literalmente. Y creo que me atoré. No lo repitan en sus casas, es mejor viajar despacio y sin apuro, conociendo la cultura e intentando jugar de local.
Como el papá de los nenes era partero (acá es cuando el público tira un grito agudo de asombro preguntando si el papá era partero, sí, el papá era partero) y la mamá enfermera, muchas veces trabajaba de 7 de la mañana a 7 de la tarde lo que me daba más tiempo libre ya que la ley exige que los au pairs en Francia trabajen 35 horas semanales. Así fue como un finde visité Italia, otro Andorra y así sucesivamente, eso es lo bueno de Europa: podés viajar a otro país en poco tiempo y con poca plata.
En el 2020 volví pero esta vez a Serbia, país donde me encontró el COVID, yo que venía jugando a las escondidas. Terminaba mi paso por Tailandia a finales de ese año y no quería volver a Argentina porque la situación estaba más picante, así que abrí la página de IATA donde te muestra el mapa con las restricciones por país y elegí Serbia que no pedía nada, ni PCR negativo.
Me sorprendió para bien, me encontré con un país súper interesante.
Pasé tres meses en la ex Yugoslavia, meses de mucho frío y ceños fruncidos. Trabajé en un voluntariado de recepcionista (y muchas cosas más) en la capital, Belgrado.
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