Asia
7 Meses en Tailandia y el inicio de una aventura inolvidable.
Visité Bangkok, la capital, el sur y todas sus islas paradisíacas al mejor estilo Leo Di Caprio en La playa, y el norte, que es tan lindo (o más) que el sur.
Ya voy a ir contando todo. Sólo puedo decir que mi futuro está en Asia. Me enamoré de Tailandia, pero es algo que me inquieta porque la Tailandia de la que me enamoré estaba vacía, en el medio de una pandemia brutal que la golpeó (y limpió) completamente.
Comencé por Bangkok, su capital. Esa imagen de ciudad asiática llena de motos, autos, taxis y tuk-tuks es real, a cualquier hora del día. Recorrí lo más que pude, es muy grande y hace mucho calor. Los edificios públicos parecen templos, en los parques hay lagartos del tamaño de un cocodrilo, el subte es impecable y te dan una ficha que no podés perder porque te sirve para salir del molinete. Una ciudad que te agobia, tiene su propio Central Park y duerme menos que Nueva York.
Cuando la pandemia se expandía dije "no me puedo quedar en una capital" y pensé en irme a una isla pequeña al sur, pero después me imaginé un escenario más pálido y dije "tampoco me puedo ir al medio de la nada, donde no haya hospitales o sea difícil llegar a uno".
En ese momento mi hermana me dijo que había un grupo de WhatsApp de argentinos en Tailandia (qué raro, estamos en todas partes). Así que me uní y ahí conocí a un grupo de gente que planeaba alquilar una villa (valga la aclaración pero es una casa enorme y con todas las comodidades). Yo sé que uno no se va del otro lado del mundo para vivir en una mansión tipo Gran Hermano con 15 argentinos más, pero en tiempos de miedo e incertidumbre el instinto de supervivencia te hace unirte a los tuyos.
Vivimos más de dos meses juntos, con peleas, amores, amistades para toda la vida, escapadas a la playa, y un dueño chino con el que nos comunicábamos como podíamos. Después como todo grupo (a esto súmale que no nos conocíamos) nos separamos, y los más cercanos nos alquilamos una casa más chica, éramos 7.
Es increíble como incluso saliendo de la zona de comfort te podés quedar atrapada en ella de nuevo, incluso del otro lado del mundo. Resulta que allá no había cuarentena, pero sí un toque de queda estricto. Bueno, más que estricto, desconocido, imagínense meterse con la policía tai, con un idioma ajeno, con reglas diferentes, con un gobierno bastante dictatorial. Por suerte la franja horaria se fue achicando y después de unos meses de solo salir al supermercado, se pudo ir a la playa. Estábamos en Phuket, la isla más grande de Tailandia conectada al continente, entonces no te das cuenta de que estás en una isla.
Phuket fue mi primer destino, juro que jamás hubiese ido si no fuese por esta pandemia, porque todo es joda y descontrol, que en ese momento obviamente no existía. Después visité Koh Phi Phi, donde aprendí a bucear, qué actividad del bien. Ahí es donde se filmó la película de la intro en esta sección. Otro lugar al que jamás hubiese ido de no ser por la pandemia, es pura fiesta y un mundo de gente. Tuve la suerte de vivir en la isla dos semanas, no me quería ir, se llega caminando a todos lados y no hay autos. Además visité Koh Samui, Koh Phangan donde se celebra la Full Moon Party y Krabi, pegado al continente.
Cuando estaba en el sur una amiga de la casa de GH me manda una publicación de Facebook que decía que una mujer alemana que vivía en Chiang Mai (norte de Tailandia) estaba buscando una cuidadora de perros para poder volverse a Alemania, algo que nunca sucedió, pero yo fui a como voluntaria igual. Los voluntariados son intercambios de trabajo por alojamiento y a veces comida. Ah, me olvidé de contarles un detalle: los perros eran 13, sí, cuidé trece perros en el norte de Tailandia.
Cuando la señora se dio por vencida con la idea de volverse a Alemania, decidió tomarse unos días y fue ahí como conozco a dos argentinas más que me fueron a ayudar con los perritos, era demasiado trabajo para una sola persona. Levantás una piedra y aparece otro argento. Recuerden que Tailandia permaneció cerrada hasta hace relativamente poco, te podías ir pero no volver, así que fuimos más de quince los que nos quedamos. Con estas dos amigas del interior de Buenos Aires alquilamos un auto e hicimos todo el norte, les juro que no tiene desperdicio.
Después de siete meses en el paraíso era tiempo de volver, ya sentía que había visto y vivido mucho, y que sin dudas, fue el mejor lugar para pasar la cuarentena.
No me gusta decir que me quedé varada porque tiene una connotación negativa, me quedé por elección y porque mi trabajo me lo permitió, y amé Tailandia como creo que nunca más voy a amar algún otro país.
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