No es solo una cuestión de animarse

    Hay que aprender a poner en la balanza. 

    Pero mi corazón pesa mucho (y más cuando no está).

    Me estoy despidiendo de Australia. Un país comodín, una carta donde todo anda.

    Tan automático como un botón que enciende una máquina y te necesita robot. Para producir, para limpiar, para cocinar. Para hacer las cosas que nadie quiere hacer. Pero ojo, también para ahorrar, para materializar todo sueño económico que te quedó pendiente: cambiar el celular, comprarte un auto, hacer snorkel y muchas cosas más.

    No quiero sonar -ni mucho menos ser- desagradecida. Australia provee y mucho. Pero si te soy honesta, de los 182 días que estuve acá, lloré más de 60. No sé si fue la distancia, el huso horario, los jefes de mierda, el mundial y los festejos tan lejos de casa, haber dejado las clases online, no tener tiempo para mí, no poder viajar tanto, verme tan dejada. Pero estuve muy triste. 

    Y ahora, en este momento, ya arriba del avión de salida, también estoy triste. Porque no quiero ser desagradecida con un país que me dio tanto. Mucho, pero no lo que necesitaba.

    Por eso no es solo una cuestión de animarse. Hace rato que me vengo animando. Te diría que en cuanto a dificultad es uno de los países más fáciles en relación con los trámites, la rapidez para encontrar laburo, la cantidad de gente en la misma que vos. No sé si hay mucha dificultad o desafío, más viniendo de donde venimos donde todo nos costó y nos cuesta tanto. 

    Ahora voy a dejar que el tiempo cure. Australia estuvo a un abrazo de haber sido uno de mis lugares favoritos, pero no sé dónde dejé mi corazón. 

    "Donde no puedas amar, no te demores"

    Parecía más fácil, como te lo contaban en las redes. "Vas a hacer mucha guita, vas a querer quedarte a vivir ahí, vas a conocer a un montón de argentinos en la misma que vos, vas a vivir la buena vida". Las visas Work&Holiday tienen esa garantía, ese seguro de viaje que te dice "dale, animate que allá te espera Disney". Hay una romantización exagerada en irse a vivir afuera. 

    Siempre quiero aclarar que tenemos la suerte de ser libres y este artículo es súper subjetivo, viajar es un privilegio muy lindo, una grata oportunidad. Pero muchas veces emigrar no es entrar a un mundo como en el de Alicia en el País de las Maravillas, y no es que no lo recomiende, al contrario, si es tu primera vez emigrando te digo que vayas con los ojos cerrados, solo que digo que no es para mí. Siempre admiré al que se va sin volver o vuelve sólo de visitas.

    Viajé y anduve mucho, tuve la suerte de conocer y abrir la cabeza, tanto que ahora me cuesta que vuelva a entrar en mi cuerpo. Siempre volví antes del año, extraño mucho y cada vez más.  Volver es lo que más me gusta de irme. 

    No me gusta que me digan "no vuelvas, quedate a vivir allá", "acá te matan por dos mangos", "este país es inviable", "me cansé de que no alcance" y puedo seguir con tantas frases más que me estrujan el alma. Yo ya lo sé, ya lo vi en la televisión. En Twitter por más que te vayas, no te vas del todo. No te perdés de nada, ni del robo, ni de la venganza, ni de Gran Hermano, ni del mundial. Podés vivir en dos lugares a la vez. También lo viví (y en este momento ya en casa) elijo vivirlo.

     Tengo mucho amor para dar y no sé dónde ponerlo. Creo que lo pongo en cada ¿cómo estás? a mis colegas, en cada plato que hice en la cocina, porque creo que me gané un lugarcito en el corazón de las chicas con las que trabajaba. El amor dado se ve mucho en los países primermundistas, los descoloca. Se siente mucho más porque se normaliza el destrato, la distancia, lo vacío. Aunque creo que tampoco saben cómo expresarlo, por eso la carta (mis compañeras me entregaron una carta con mensajeros hermosos cuando em fui).

     También tengo mucho dolor que no sé dónde poner, por eso escribo para liberarlo. Una amiga me dijo que yo era como una leona, fuego puro -y no sólo por mi signo- pero porque no puedo estar encerrada o tener un jefe, y Australia es un poco eso, y los jefes no son amigos, no pueden serlo. Pero siempre pienso que seas lo que seas, podés elegir quién sos, tus modos, tus tratos, tu manera de hablar, el simple gesto de aprenderte los nombres de tus empleados. Me tocaron jefes que me trataron tan mal que me tenía que ir al baño a llorar y a nadie le importó. Por eso no me quiero olvidar. Ni de lo bueno ni de lo malo. Tampoco quiero escribir en caliente, ni mucho menos recordar todo y solo lo bueno. Por eso escribo. 

    Y no quiero sonar desagradecida escribo esto por vez mil.

    En una charla con Santi en un ferry hacia una isla, él miraba las casas, las mansiones en la montaña y se cuestionaba la suerte de esa gente: una vida en la que nacés y vivís en un paraíso con muy poco esfuerzo o quizás sí, pero rodeado de fortuna (al menos de la material). Él miraba para arriba y yo miraba para abajo. -Mirá nuestra suerte, le dije. La cantidad de gente que nunca viajó, que nunca vio otras realidades. Agradecimos en silencio y nos quedamos pensando y contemplando la vista. Lo que realmente nos llevamos.

     La mayoría de los latinos que vienen se proyectan acá. Creo que soy el 5% de la excepción ¿y cómo no? si realmente todo anda tan bien y es tan lindo. Es como The Truman Show pero por elección y ya sabiendo los choto que es todo afuera.

    Así que si estás buscando seguridad, estabilidad, buen salario, rutina y escapadas a playas paradisiacas, venite sin dudarlo. Eso sí, no te olvides de tu corazón. Traélo explotado de amor.

     De mi parte va a seguir siendo el plan B, el As bajo la manga, más bien el comodín que siempre puedo usar;  pero primero, antes de volver, tengo que ir a buscarme.

Pd: eso sí, si de paisajes soñados hablamos, tenemos un candidato de aquellos, ¿no? Adjunto pruebas.






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